¡FELIZ AÑO NUEVO B!

Sí, me imagino que me deben pensar que me he adelantado demasiado, porque todavía no es 31 de diciembre. ¡Pues no! Hoy empieza el Adviento, tiempo de espera y preparación del corazón para la Navidad, y con su llegada se termina el año litúrgico y empieza uno nuevo, el B. Qué rápido se ha pasado el tiempo, ¿verdad? Parece que fue ayer la primera vez que mi familia se metió a fondo -gracias a mi persistencia- en los actos litúrgicos de este tiempo fuerte de conversión.

¿Que sientes que estoy hablando en chino? ¡Para nada! Como les explique el año pasado, los católicos empezamos el año no el 1ero de enero, sino desde que nos preparamos para el nacimiento de Cristo, este 25 de diciembre. Ayer, el primer domingo de Adviento, fue una ocasión super hiper especial: es el primero que paso desde que mamá partió al cielo, y quería que sea ella quien me ayudara a congregar a la familia para hacer la oración como todos los años. Así, en la tarde-noche fui a misa y ví a muchas personas con su Corona de Adviento, con tres velas moradas (que significan el deseo de conversión) y una vela rosada, la de la última semana (que simboliza la espera de María).

Recordé que el año pasado, como nunca, mi mamá fue una de las más animosas con este asunto, y no pude sino ponerme felicísima de saberme católica y ver que tantas almas pecadoras como yo tenemos muchísima ilusión der ser mejores cada día, e intentamos unirnos a la Iglesia Universal compartiendo todos una misma celebración: el Adviento. Además, noté que a pesar de que me sentía recontra cansada para buscar entre todo el cachibache navideño mi bendita Corona de Adviento e ir a comprar las nuevas velas, mi familia se impacientaba porque quería que empezáramos ya con la oración. ¡Qué mostro! Creo que la "vara" que tengo en el cielo está haciendo maravillas. ¡Gracias mami!

Después de la oración, que fue repartida entre los miembros de la casa, y de encender nuestra primera vela morada (cada domingo se enciende una), nos dispusimos a continuar con nuestra labor. Pero ya nada era igual, porque, como sabemos, el Adviento, al igual que la Cuaresma, nos hace pensar cuán afortunados somos de poder celebrar el nacimiento de Nuestro Señor, oportunidad que quizá mucha gente no tiene. Por lo pronto, ya elegí mi ofrenda para este mes, la que me ayudará a quererle y a valorarle más, ¡y me hará santa!

Así que ya saben: a preparar el corazón, que faltan pocos días para la Navidad. Esperen y confien, mira que…

¡Te adviento!